La historia de la superación
Los
disminuidos intelectuales cuentan con ayudas por parte del Gobierno Vasco y con
apoyos por parte de los centros de enseñanza y las empresas
Alicia nació con
una discapacidad que no le permitía relacionarse adecuadamente con el resto de
sus compañeros. Sus profesores veían que no avanzaba: no se comunicaba, no
interactuaba con los demás ni con el entorno en general. No podía disfrutar de sonoras
risas con sus amigos, de gestos cariñosos por parte de sus profesores o de
actividades como jugar a baloncesto o preparar una buena comida para
degustarla más tarde. Pero llegó un buen día en el que empezó a hablar, empezó
a leer y a sonreír, y ahora es un adulta cariñosa y agradable que se relaciona
perfectamente con los demás.
Esta
es la historia real de una niña con discapacidad intelectual, pero bien podría
ser la de tantos otros como ella que también han tenido que pasar por un
proceso de aprendizaje y adaptación. Para ellos es más difícil entender el
mundo que les rodea, y por mucho que no queramos verlos, se encuentran entre
nosotros.
Como todos los
centros públicos del País Vasco, el instituto Julio Caro Baroja de Getxo
-conocido como Getxo 1- cuenta con una educación especial: hay varias salas que
se utilizan exclusivamente para la atención de estos chavales. Jose Antonio
Beobide, director del instituto, cuenta que esa formación existe
aproximadamente desde que se implantó la LOGSE en el año 1990. Beobide afirma
que fue a partir de entonces cuando se promovió esa integración social: “antes,
de alguna forma, se tendía a separar a los alumnos de necesidades educativas
especiales, o se movían a centros especiales”. Hoy no es así. En el caso
concreto del Getxo 1, disponen de las llamadas aulas estables, que es a donde
van los disminuidos intelectuales a recibir una educación especial: una
educación que varía en función del profesor, según cuenta Amaia Angulo,
profesora de educación especial del Getxo 1: “hay quienes se centran más en
conocimientos. Depende un poco de cada uno y quién trabaje en el aula. Sí que
tenemos una programación y un proyecto de aula en el que marcas qué es lo que
quieres conseguir con esos alumnos... luego la forma de conseguirlo varía”.
Como dice ella: “cada maestrillo tiene su librillo”.
Amaia
Angulo imparte sus clases en un aula repleta de cajas etiquetadas por
“revistas” y “manualidades”, puzzles de todo tipo de tamaño y color,
libros de lo más variopintos, dos ordenadores, un horno, un microondas y una
vitrocerámica; nada de esto sobra para que sus alumnos aprendan día a día y
disfruten.
Ella
lleva desde el año 1979 trabajando en este ámbito. En concreto, se encarga de
talleres y habilidades para la vida cotidiana. Explica: “esto es lo que les va
a ser de mayor utilidad, lo que les va a hacer ser capaces de salir, de andar por
la calle, de ir a comprar y que no les engañen: de ser capaces de
relacionarse”.
Angulo
es muy consciente de los posibles problemas de relación entre sus chavales. Sabe
que pueden presentar problemas de adaptación durante los primeros días de
enseñanza, aunque en una media de cuatro días ya se han asentado.
Estas
dificultades se presentan normalmente como un rechazo al grupo, al adulto o a
la actividad que se está programando: “no quieren estar con gente que no
conocen, no quieren participar en cosas que para ellos son raras o
extrañas”. Pero de eso se trata: de
conseguir que se adapten a la vida cotidiana, que se relacionen con su entorno
con la máxima naturalidad.
El mundo que nos rodea
Uno
se puede preguntar cómo lo hacen, en qué consiste esta educación para la vida.
La profesora del Julio Caro Baroja contesta: “en experiencias englobamos todo
aquello que nos rodea. Empezamos con cosas muy básicas como, por ejemplo, los
alimentos; partimos del “yo como el pan, pero no sé de dónde viene, yo tomo la
leche, pero tampoco sé de dónde viene. Entonces, investigamos la procedencia de
cada cosa”. Y van al campo: ven el trigo y cómo se muele, ven ordeñar a las
vacas y cómo se envasa, y así con todo, lo mismo el pescado que la carne.
Este aprendizaje les puede llevar todo un
trimestre, porque hay que tener en cuenta que el trabajo “es muy lento”, pero
una vez que acaban el temario ya poseen los conocimientos necesarios como para
entender este mundo nuestro, y poco a poco van avanzando.
Una vez a la semana, salen a hacer
la compra. Escogen una receta de cocina que les interese hacer, los miércoles la
ven, tienen que apuntar qué es lo que hace falta comprar y qué cantidades son
necesarias; con esto, hacen la lista de la compra y una aproximación de lo que
puede costar. Calculan por grupos cuánto dinero van a necesitar y ya van a por
sus productos. Si han calculado mal, se tienen que “buscar la vida”: de esta
forma manejan la vida cotidiana, ponen en práctica las matemáticas, y tienen la
oportunidad de relacionarse con otras personas que no sean del instituto. Y
hasta ahora, nunca se han presentado problemas.
Después del colegio
Pero
esto es sólo el comienzo de su enseñanza. Los centros tienen convenios con
empresas como Lantegi Batuak, a donde mandan a sus alumnos para empezar
prácticas, en función de su grado de discapacidad. Algunos ni siquiera pueden
acceder a un aula de aprendizaje de tareas, sino que directamente, por la
gravedad de su invalidez, pueden derivar a centros de día, también conocidos
como centros ocupacionales, apunta Beobide.
Según
las últimas memorias publicadas por Lantegi Batuak en su web, en diciembre de 2011, 2.692 personas
formaban parte de la empresa. De éstas, el 86% eran personas con discapacidad,
y en concreto, un 65% con discapacidad intelectual.
Como explica el Director de Unidad de Servicios integrados de Lantegi Batuak, Francisco José Martínez, para la
selección de personal, lo primero que hacen es analizar el puesto, ver
qué tipo de adaptaciones tendrían que hacerse, qué inversiones y qué recursos
necesitan, porque una persona discapacitada, para sacar partida a todas sus habilidades,
normalmente necesita un utillaje específico, asistentes sociales y psicólogos.
En Lantegi Batuak trabajan en un ámbito
laboral protegido, esto es, que la persona con discapacidad puede ejercer una actividad
laboral que no podría desempeñar en el mercado ordinario. Aun así, una vez
insertado en el centro especial de empleo, pasa a ser un trabajador de pleno
derecho.
Aunque
hay ciertos problemas que las empresas ordinarias no acaban de entender - señala
Martínez- y es que la empresa necesita de las ayudas y subvenciones para llegar
a la productividad que se exige. Alguna vez han alcanzado el valor 1, que es el
valor de ser capaces de producir tanto como lo que gastan, aunque lo normal es
que estén un 15% por debajo de lo que podría ser una empresa normal.
Por
eso, a Martínez le molesta que otras empresas les hayan llamado “competencia
desleal” por el hecho de recibir ayudas, pero es que en el puesto de una
empresa ordinaria, donde haría falta una persona, ellos tendrían que poner a
tres: “nosotros lo necesitamos, porque si no, somos incapaces. Si la
productividad es baja y además tenemos que poner nosotros los recursos,
olvídate del tema”.
A pesar de ello, el
ambiente de trabajo es bueno. Martínez relata: “puedes entrar en cualquiera de
los centros y verás un ambiente de trabajo normalizado, aunque esto no quiere
decir que a veces no salga el de turno por ahí y se ponga a tirar del pelo al
otro o que se levante cualquiera y te de un beso o te diga “amigo” o te diga
que el Athletic ha ganado ayer, pero es que somos dos mil y pico, y uno se puede
imaginar que en un sitio u otro puede surgir cualquier imprevisto”.
No
es el caso de Igor, que lleva dos años trabajando en Lantegi Batuak en el
centro de Getxo, en el barrio de Andra Mari. Dice que está contento: “con este puesto de trabajo he conocido mucha gente
maja y para mí supone dinero y relación con mis compañeros”. Se siente
realizado, porque a la vez que cubre gastos también se entretiene fuera de
casa.
El papel del Gobierno Vasco
Hasta
2010, la posición dominante en cuanto a gasto destinado a los centros
ocupacionales y centros especiales de empleo sobre el Servicio Público de Empleo Estatal (SPEE), pero desde la transferencia de competencias a Lanbide en
2011, el Gobierno Vasco asumió la financiación principal de estos centros.
Solé
cree que el Gobierno presta suficiente atención a las empresas encargadas de
este ámbito: “la relación entre el Gobierno Vasco y las entidades
representativas del sector es muy fluida y desde el Departamento se les dispensa
una atención permanente, teniendo muy en cuenta sus necesidades,
preocupaciones, sugerencias y aspiraciones”.
Considera
que, a pesar del recorte presupuestario
motivado por la crisis económica, el desembolso previsto para este año
mantendrá el empleo para las personas con discapacidad, y garantizará el
mantenimiento de todos los puestos de trabajo de los centros especiales de
empleo.
Son
éstas, sin duda, noticias positivas para estas personas con deficiencia
intelectual y para los que se han encargado de su educación y cuidado durante
años. El trabajo que tantos profesores realizan no es en vano. Aunque la
profesora Amaia Angulo presenta una queja: “me da mucha pena
que tengamos tan poca relación con los grupos ordinarios, pero como están las
cosas hoy en día es difícil plantear una opción para cambiarlo, aunque yo lo
sugiero todos los años”, admite entre risas.
Por
lo menos se sabe, tal y como afirma Solé, que las relaciones del Gobierno Vasco
con las entidades representativas del
colectivo son fluidas y existe muy buena sintonía. Esas relaciones se dan de
forma directa, a iniciativa del Gobierno Vasco, como en el marco de los órganos
consultivos con que cuenta el Departamento de Empleo y Políticas Sociales, como
es el caso del Consejo Vasco de Servicios Sociales (FEVAS.- Federación Vasca de Asociaciones a
favor de personas con discapacidad intelectual o ELKARTEAN.- Confederación
Coordinadora de Personas con Discapacidad Física de la CAPV)
Solé apunta: “desde la óptica de
Lanbide, la intención es mantener una comunicación directa y eficaz que permita
el trabajo conjunto para facilitar el acceso a un puesto de trabajo por parte
de personas con todo tipo de discapacidad, así como incrementar el número de
los mismos”. Y en todos estos procesos, se tiene en cuenta a los propios
protagonistas de esta historia, como Alicia o Igor. Ellos también tienen la
opción de elegir lo que quieren hacer con su futuro, siempre que el grado de su
discapacidad se lo permita.
Discriminación en las empresas
Aunque
hay una cuestión que ni el Gobierno Vasco ni Lantegi Batuak pueden solucionar,
que es el hecho de la propia discriminación que sufren entre ellos los
discapacitados por parte de las empresas. Según la Ley de Integración Social del Minusválido (LISMI), al menos el 2% de la plantilla de las empresas con más de 50
trabajadores contratados han de ser discapacitados, pero entre ellos se
computan no sólo los intelectuales, sino también los físicos y sensoriales. Y
he aquí el problema: las empresas normalmente no están dispuestas a contratar a
un discapacitado intelectual, los prefieren físicos. Martínez expresa: “el objetivo que nosotros tenemos anualmente es que las empresas
ordinarias contraten a 25 personas discapacitadas intelectualmente al año y
después hacerles un seguimiento distanciado, pero ser capaces de eso nos cuesta
dios y ayuda”.
En
cualquier caso, hay toda una pléyade de personas volcadas con este trabajo:
comenzando por sus familias y siguiendo por profesores como Angulo y Beobide o
empresas como Lantegi Batuak o Gorabide, asociaciones como Uribe Kosta o
representantes del Gobierno, Diputaciones y Ayuntamientos, como Solé, se podría
decir que, en realidad, lo que estas personas tienen de especial no es en
absoluto su discapacidad, sino que, tal y como dice la primera persona con síndrome de Down que obtiene un título universitario en
Europa, Pablo Pineda: “lo que tengo de especial son unos padres y un
entorno que han luchado por que sea lo más autónomo posible”. Y que así siga.